VOCES
EL MUNDO 30/10/07
CAYETANA GUILLEN-CUERVO
A veces ocurre. Aunque nos azote un tiempo de silencio e individualidad en el que el valor del resultado eclipsa el valor del proceso, a veces, un grupo de seres humanos coincide en algo. Entonces salta la alarma de la esperanza en algún rincón de tu escepticismo y brilla el horizonte. Y tus ojos se cruzan con otros que te entienden antes de que les digas nada. Y la tan manida solidaridad adquiere la fuerza de la emoción que provoca hacer algo por alguien, el sentimiento de luchar en grupo, de unir fuerzas en una misma dirección. Voces para la Conciencia y el Desarrollo canaliza la necesidad real de cambiar las cosas de todo un colectivo, canaliza el talento que, como reclamo que vuela cerca de lo inesperado, puede hacer que casi todo se transforme en una posibilidad. La Asociación Voces para la Conciencia y el Desarrollo es una plataforma de artistas y personalidades de la cultura española que asume la reivindicación del cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo del Milenio como mínimo ético exigible. Y así, después de un año entero de esfuerzos e ilusiones, llegamos, una noche como otra cualquiera, al Palacio de los Deportes. Doce mil personas acuden a escuchar a todo el que se entrega, por amor, a una ilusión tan desgastada como es la de lograr respeto, paz, un cambio en el comportamiento, en la actitud para intentar construir un mundo más justo.
Todo empieza con la proyección de un corto brutal que cede Fernando Guillén Cuervo en el que recuerda de una forma directa y heladora, lo que significa para el ser humano el juego nuclear entre las distintas potencias. En la actualidad existen en el mundo alrededor de 27.000 cabezas nucleares. Cada una de ellas tiene un potencial de destrucción entre 8 y 40 veces la bomba de Hiroshima. Y ahí estamos. Manejando la información como si fuera una ficción de Francis Ford Coppola. Pero no. Es la maldita realidad. Como tantas veces sobre tantas cosas. Me senté detrás del escenario, encima del cajón de las petacas de sonido, fascinada. Cantó Antonio Carmona su premio Ondas y la noche bramó, segura de sí misma. Siguió el poder sin límites de Estrella Morente, la fuerza y el corazón de oro de La Mari, que cogió de la mano a Pau Donés y volaron por encima de las cabezas, y el alma de Drexler, que soñó abrazado a su guitarra que las cosas eran por fin de otra manera; Alvaro Urquijo, que nos ayudó a recordar quiénes éramos, o Antonio Orozco, que quiso tener a su hijo de 11 meses entre cajas y entre sus brazos, porque le emocionaba compartir con él lo que hasta esa noche parecía imposible. Pero gracias a todos y a cada uno de los que estuvieron allí, dando y recibiendo, Voces ha comenzado su camino como una opción posible y feliz.
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